sábado, 29 de septiembre de 2012

Turismo Literario en el Cementerio de la Recoleta

Tumba de Rufina Cambaceres, Cementerio de la Recoleta, Junín 1760, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.

Foto: Agencia de Noticias Narranews.


A Gabriela Villano, nuestra cronista de la Agencia de Noticias Narranews, de un tiempo a esta parte, se le ha dado por recorrer cementerios. No sabemos si se debe a ciertas inclinaciones necrofílicas (esperamos que no se trate de necrofagia), o tal vez sea el resultado de haber leído demasiados cuentos de terror o de la crianza que ha tenido (ante la duda, siempre hay que echarle la culpa a los padres por las desviaciones de los hijos). Suponemos que esta afición empezó en octubre de 2010, cuando viajó a Federación de Rusia y, de paso, visitó el cementerio Novodévichi, el más famoso de Moscú, donde están enterrados Nicolai Gogol y Antón Chéjov.

El hecho es que, recorriendo el Cementerio de la Recoleta en Buenos Aires e Internet, nuestra cronista ha encontrado información y fotos interesantes sobre el último lugar de descanso de algunos escritores destacados, cuyos enlaces y biografías detallamos a continuación (además de algunas anécdotas sabrosas, que parecen cuento, al final de este artículo):
  

Mariquita Sánchez de Thompson (1786-1868)
Fue una fina cronista y una intelectual afrancesada que nunca conoció París y que bien merece trascender, además, como escritora. Dejó, además de los cientos de cartas (no todas editadas) y su diario, una serie de Recuerdos del Buenos Ayres virreynal –breves, pero deliciosos– especialmente solicitados por Santiago de Estrada, en los que desplegó –en una tradición que puede combinar a Lucio V. Mansilla y Victoria Ocampo– jugueteos con detalles de la vida cotidiana y frasecitas de joven patricia despreocupada.

Victoria Ocampo (1890-1979), escritora, intelectual, ensayista, traductora y fundadora de la revista y editorial Sur (en la cripta familiar de Manuel Ocampo).

Enrique García Belloso (1880-1938), dramaturgo:

Silvina Ocampo (en la cripta familiar de Manuel Ocampo, cerca de la tumba de su esposo Adolfo Bioy Casares)

Adolfo Bioy Casares (1914-1999), escritor:

José Mármol (en el Sepulcro Milano):

Carlos Guido Spano:
Bóveda en forma de gruta. Aquí descansó el Gral. Tomas Guido hasta el centenario de su muerte, cuando sus restos fueron trasladados a la Catedral de Buenos Aires junto a su inmortal compañero, el Gral. José de San Martín. Esta bóveda fue construida por uno de sus hijos, el poeta Carlos Guido Spano, con sus propias manos, en homenaje a su padre y como símbolo de la humildad con la que siempre vivieron. Por las vueltas del destino, luego le tocó al hijo ocupar la tumba del padre.

Cenotafio de los tres amigos amantes de las letras:
Fue erigido a la memoria de Benigno Baldomero Lugones (colaborador del diario La Nación), Adolfo Mitre (hijo de Bartolomé Mitre y Delfina de Vedia, abogado y poeta) y Alberto Navarro Viola (periodista y político).

Martiniano Leguizamón:

Lucio Vicente López:

Juan Chassaing, poeta:
En 1852, a los trece años, escribió la oración A mi bandera: “Aquí está la bandera idolatrada / la enseña que Belgrano nos legó / cuando triste la patria esclavizada / con valor sus vínculos rompió.” (fragmento)

Hilario Ascasubi:

Ricardo Gutiérrez:

Martín Coronado:

José Hernández (1834-1886):
Juan Bautista Alberdi (1810-1884), escritor, abogado, político y padre de la Constitución argentina de 1853. Sus restos ya no descansan en esta necrópolis; fueron trasladados a San Miguel de Tucumán, su ciudad natal, en 1991. Sólo queda un cenotafio con su nombre.

Eduarda Mansilla (1834-1892), escritora porteña, hermana de Lucio Victorio Mansilla y sobrina de Juan Manuel de Rosas, pionera de la literatura femenina argentina.
http://www.losgarcia-mansilla.com/ (entrada del lunes 29 de junio de 2009)
Ver también la sección Varios del blog Los cuentos del Villano (http://loscuentosdelvillano.blogspot.com)

Ángel de Estrada, padre e hijo:

Valentín Alsina:

Macedonio Fernández (1874-1952), novelista, poeta y filósofo:

Pedro Goyena:

Enrique Larreta (1875-1961), escritor:

Oliverio Girondo (1891-1967), poeta y periodista.

Norah Lange (1905-1972), escritora, novelista, poetisa y esposa del poeta Oliverio Girondo.

Luis César Amadori (1902-1977), director de cine y poeta.

Conrado Nalé Roxlo (Chamico) (1898-1971); escritor, periodista, guionista y humorista (Galería Sección 17 subterránea Nicho Nº 100).
Eduardo Mallea (1903-1982), novelista y ensayista.

Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), maestro, escritor, político y presidente de la Nación:

José Mármol:

Constancio C. Vigil (fundador de la revista Billiken):

Eduardo Wilde:

Vicente López y Planes (1785-1856), escritor y político, autor del Himno Nacional Argentino y presidente provisional de la Nación:

Estanislao del Campo (tumba de su padre):

Miguel Cané:

Paul Groussac:
Originalmente descansaba aquí hasta que fue trasladado al Cementerio de la Chacarita. Como dato interesante, de los 183 años de vida de la Biblioteca Nacional, 75 estuvo presidida por los tres ciegos más conspicuos que vio el país (perdón por el chascarrillo): Paul Groussac, José Mármol y Jorge Luis Borges.

Bartolomé Mitre (1821-1906), político, escritor, militar porteño y presidente de la Nación:

José Manuel de Estrada:

Lucio V. Mansilla:

Florencio Varela:


Los que aparecen a continuación no son escritores, pero han servido de pasto literario a más de una pluma:

Pedro Benoît
Su padre, del mismo nombre (Calais, 1794 - Buenos Aires, 1852), fue un arquitecto e ingeniero francés nacionalizado argentino, exponente de la primera generación de arquitectos neoclásicos del Río de la Plata.
Algunos sostienen que el padre de quien yace en esta tumba en el Cementerio de la Recoleta fue Luis XVII, el Delfín de Francia, hijo de Luis XVI y de María Antonieta, quien se escapó de la Prison du Temple, en lugar de morir allí de tuberculosis unos años después de que ajusticiaran a sus padres. En 1818, el supuesto Delfín llegó a la Argentina en un buque de guerra bajo el nombre de Pierre Benoît y ejerció aquí su profesión de arquitecto.
El escritor Manuel Mujica Láinez dedicó su relato "La escalera de mármol", en su libro Misteriosa Buenos Aires, a la hipótesis de que Pierre Benoît era el nombre disimulado de Luis XVII. También lo menciona en su novela El escarabajo. Los descendientes de Pierre Benoît acuñaron la leyenda, hasta que en el año 2000 se despejaron las dudas mediante análisis científicos a los cabellos de María Antonieta y al corazón preservado de su hijo: el Delfín de Francia murió en prisión, en Francia.

Liliana Crociati de Szaszak:
Falleció a los 26 años en Innsbruck, Austria, en 1970, cuando se encontraba en su viaje de bodas. Un alud golpeó la parte del hotel dónde se hospedaba el matrimonio, y ella falleció unas horas después de ser rescatada, aunque su marido salió ileso. Algunos cuentan que en el momento de la muerte de Liliana, su fiel perro Sabú también falleció en Buenos Aires, a miles de kilómetros de distancia.

Rufina Cambaceres (31 de mayo de 1883 - 31 de mayo de 1902), “la que murió dos veces y fue enterrada viva” el día de su 19º cumpleaños, hija del escritor Emilio Cambaceres.
Rufina fue hija de la bailarina italiana Luisa Baccichi quien, ya viuda de Cambaceres, tuvo una larga relación con Hipólito Irigoyen hasta su muerte y a quien le dio un niño y una niña extramatrimoniales. Cuenta la leyenda que el novio de la muchacha era también el amante de su madre y cuando Rufina se enteró, falleció de un ataque al corazón. Otras versiones aseguran que la joven sufrió un ataque de catalepsia o fue narcotizada en demasía por su madre para que no estorbara en sus relaciones ilícitas; que fue enterrada viva y falleció de un ataque al corazón al intentar salir del mausoleo; que los ladrones fueron los que movieron su ataúd al intentar robar las joyas con las que la muchacha había sido enterrada. Dicen también que el espíritu despechado de Rufina merodea por el cementerio, intentando mitigar el dolor que le causó enterarse del amorío de su madre y su prometido, el único presidente soltero de la Argentina.

Manuel Dorrego se incluye aquí por la última carta que le envió a su esposa, horas antes de ser fusilado:

Diego de Alvear:
En una de las paredes laterales de su tumba se encuentra una placa con un poema que Jorge Luis Borges le dedicó a Elvira de Alvear.

Elisa Brown, la novia del Plata, hija del almirante irlandés Guillermo Brown.
El 6 de abril de 1827, el escocés Francis Drummond, prometido de Elisa Brown, marchó a combate con la flota de Guillermo Brown, en la guerra contra el Brasil, mientras Elisa, de 17 años, se quedó en su casa del barrio porteño de Barracas bordando su traje de novia. Drummond murió en batalla, en los brazos del almirante Brown. El almirante, luego, le comunicó la triste noticia a su hija y le entregó el anillo de bodas que el joven le había dado antes de morir. El día fijado para la boda, el 27 de diciembre, Elisa, ataviada con su malogrado vestido blanco, se sumergió en las aguas del Río de la Plata para reencontrarse con el alma de su amado. Cuentan en el barrio de Barracas que, de noche, el fantasma de una muchacha vestida de novia se pasea por las orillas del Riachuelo, cerca de la Casa Amarilla, la residencia de la familia Brown en la calle Martín García, ya demolida.
Los restos de la novia del Plata yacen en el Cementerio de la Recoleta en una urna detrás de la de su padre, confeccionada con el bronce fundido de uno de los cañones de su embarcación.

Luz María García Belloso (1910-1925), hija del escritor Enrique García Belloso.
En su bóveda también descansa la actriz Blanca Podestá.
A Luz se le atribuye la leyenda urbana de “la Dama de Blanco”: una hermosa muchacha sale a bailar una noche, toda vestida de blanco, y conoce un joven, quien se siente muy atraído hacia ella. Beben algo, quizás en la fiesta, quizás en un bar cercano. Él le presta el abrigo porque la noche era fría, y ella lo mancha de café o lo que sea que están tomando. El muchacho le deja el abrigo con la promesa de ir a buscarlo al día siguiente (viejo truco para volver a ver a la chica). Al acudir a la casa de la muchacha para recuperar su prenda, la madre de Luz le informa que su hija está muerta y enterrada en la Recoleta. El joven no sólo encuentra la tumba, sino que, para su espanto, ve encima su abrigo manchado de café. Algunos cuentan que el muchacho enloquece en el acto y otros, que huye despavorido.
La historia fue llevada dos veces al cine: en 1942, por Enrique Santos Discépolo, con el título Fantasmas de Buenos Aires, y en 1950 como Ha entrado una mujer, dirigida por Carlos Hugo Christensen. Durante años, los jóvenes porteños evitaron seducir a chicas en la esquina de Vicente López y Azcuénaga, lugar favorito de la adolescente fantasma.

A propósito, el primer muerto enterrado en el Cementerio de la Recoleta el 18 de noviembre de 1822, un día después de que fuera inaugurada esta necrópolis para la más alta alcurnia de Buenos Aires, fue el niño negro liberto Juan Benito, hijo de esclavos. Paradojas de la vida (y de la muerte).

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